Un cuento de hadas llamado: "Riquelme y
el Submarino Amarillo"
A pesar de que ahora no tiene club, hubo un
momento, en el que el Villareal (hoy en segunda) estuvo cerca de tocar el cielo:
ganar la Liga de Campeones. Era el año
2006 (previo al mundial de Alemania), y el pase a la final de París dependía de
un penal en los pies de Juan Román Riquelme, el líder indiscutible de aquel
submarino amarillo que soñó con conquistar Europa.
A veces pienso lo que pudo ser, y juego a ser
justo o no, pero esto es fútbol y este
equipo de la ciudad de Valencia consiguió llegar a una instancia histórica pero
dejó un sin sabor como si la historia y la camiseta le obligaba a ganar la tan
ansiada copa.
El Villareal había ascendido a la Primera
División de la Liga Española en el año 2000 pero con la llegada de Manuel Pellegrini
en el 2004 alcanzaron la tercera posición de la Liga con un Forlán increíble y que llegó
a ser “pichichi”, el equipo estaba preparado para su aventura Europea.
Manuel Pellegrini siempre será bien recordado
en Villarreal. Aquel chileno procedente de River Plate que llegó en el año 2004
(después de perder la final contra Cienciano en el 2003 por la Sudamericana) se
convirtió en el mejor entrenador de la historia del club.
Ya en Champions el primer rival fue el
Everton, en la fase previa, al que eliminaron, el Villareal fue al Grupo D, en
el que tuvo que toparse contra Benfica, Lille, y el siempre colosal Manchester
United y jugar pensando en clasificar a la entonces Copa UEFA no estaba mal, pero contra todo
pronóstico consiguió ser el primero del grupo, a pesar de que sólo marcó tres
goles en esta fase.
La lid en octavos de final ante el Rangers de Escocia no pudo estar más igualada.
El equipo español se clasificó para la siguiente fase tras dos empates en los dos partidos e hizo valer el 2-2 en Escocia
frente al 1-1 de El Madrigal.
Las dudas estaban presentes y dormir así no da
tranquilidad, era disfrutar el momento y esperar que sucedería después, era ir
al estadio a ver al equipo y buscar una epopeya, era la cenicienta de los
cuentos de hadas pero plasmado en fútbol, el cuadro era una maquinita de hombrecitos
amarillos al compás de Riquelme, los goles de Forlán, la garra de Sorín, el
cerebro de Pellegrini. Muchos niños quizás descubrieron que en realidad no hay lógica
en este deporte y que de superar la fase
sin conocer la victoria pudieron haberse
unido al miedo de enfrentarse en cuartos de final a uno de los grandes equipos históricos del
mundo, el Inter de Milán, pero no fue así, porque se jugaba al buen fútbol y además estaba la frase “¿Por qué no?”. Los hombrecitos
amarillos mostraron un gran juego perdiendo 2 a 1 en San Siro que siendo
sinceros era un triunfazo, el partido de vuelta generaba esa expectativa que
cosquillea la barriga pero con finales casi siempre repetidos “jugaron bien
afuera pero la camiseta del otro equipo pesaba más” pero no, porque el
Villarreal logró ganar por la mínima, haciendo valer el gol en Italia y las
semifinales esperaban, era el momento de disfrutar algo que nunca se había vivido
en el club, la camiseta no tenía historia pero si presente, la Champions estaba
a tres partidos, solo tres!!!
El
Arsenal de Wenger llegaba con un súper equipo con Henry a la cabeza y conseguía un 1-0 en el viejo Highbury Park, todo quedaba
abierto para el partido de vuelta en España, un partido que ningún aficionado
del Villareal quería perderse, tampoco los latinos que veíamos al Román de
Boca, ese Riquelme que hizo todo en Argentina y que en España comprobaba la
clase, el trote principesco, un tipo muy veloz con la mente y que hasta el
mismo Zidane, en su último partido en el Bernabeu, le pidió la camiseta.
El Villareal jugaba excelente, quizás si el
partido se jugaba sin arcos le daban la copa allí mismo, estaban a un par de
goles de poder tocar la Champions League, el sueño era el esperado, los grandes
eran niños y los niños tendrían qué contarle a sus nietos, pero el balón no
entraba. El destino movedizo como siempre quizás lanzó una moneda al cielo y se
pitó un penal, el indicado era ese gélido jugador argentino, sí el mismo
Riquelme y ¿quién podía dudar del mejor pie derecho de Europa?, un mago de los
que nacen cada tiempo, la cámara enfocaba más al pateador que al arquero pero
cual Roberto Baggio en USA 94 falló, la pelota no entró, no entendía nada, parecía
una crueldad de la vida, una bromita de Tinelli quizás.
El mundo del fútbol enderezó
el rumbo de la historia, puso las cosas en orden y la final tendría al equipo inglés
como protagonista pero que la perdió ante el Barza de Ronaldinho y en parte más
de uno celebraba el triunfo culé como justo y vengador. La gente del submarino criticó
mucho a Riquelme quien pasó de héroe a villano, y fue desterrado del reino
amarillo considerándolo como sin alma para el fútbol, fue a Boca y lo sacó campeón
de Libertadores nada menos.
Hoy el Villarreal está en segunda división,
pasaron seis años ya, esa Champions jugada y no lograda fue un cuento de niños, pero este deporte es fácil de llegar pero difícil
de mantenerse, como la vida misma.